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¿Es posible hablar de "dopamina real" y "dopamina falsa"?

La popular hormona de la felicidad ha sido objeto de términos confusos en redes sociales que clasifican algunas fuentes de dopamina como "reales" y otras como "falsas".

¿Es posible hablar de "dopamina real" y "dopamina falsa"?
¿Es posible hablar de "dopamina real" y "dopamina falsa"?

En la era de las redes sociales y la cultura wellness, es común ver publicaciones que promueven hábitos etiquetados como “fuentes de dopamina real”, contraponiéndolos a otros considerados como “dopamina falsa”, según los cuales ciertas actividades producen una versión “auténtica” de esta hormona, mientras que otras solo simulan esa recompensa en el cerebro. Sin embargo, ¿tiene sentido esta distinción desde el punto de vista científico? Acompáñanos a descubrir qué dice la ciencia sobre la dopamina y si realmente existen estas categorías.

La dopamina es un neurotransmisor que actúa dentro del sistema de recompensa del cerebro, generando sensaciones placenteras y promoviendo comportamientos que nos llevan a repetir actividades satisfactorias. Según estudios de la Universidad Autónoma de Madrid, la dopamina se libera en respuesta a ciertas acciones que activan los sensores de placer, indicando al cerebro que esta experiencia es positiva y debe ser recordada. Este proceso es lo que hace que busquemos repetir experiencias placenteras, como comer nuestros alimentos favoritos, socializar o incluso participar en actividades de riesgo, las cuales generan altos niveles de satisfacción.

A diferencia de otras hormonas como la serotonina, la dopamina no produce directamente el placer, sino que es un indicador de aquellos estímulos que le resultan gratificantes al cerebro. Esta característica le da un rol fundamental en el desarrollo de ciertos hábitos y, en casos más extremos, en el surgimiento de adicciones, ya que, al repetir una acción placentera, el cerebro produce más dopamina, creando un circuito de recompensa que se vuelve difícil de romper. 

Las redes sociales han popularizado la clasificación entre “dopamina real” y “dopamina falsa”, usando estos términos para separar actividades saludables de las que pueden no serlo. Por ejemplo, actividades como hacer ejercicio, disfrutar del sol o pasar tiempo con amigos se asocian a la “dopamina real”, mientras que acciones como navegar en redes sociales, tomar café, ver televisión o consumir comida chatarra son consideradas fuentes de “dopamina falsa”. 

Según el doctor Peter Grinspoon de la Universidad de Harvard, esta clasificación es errónea desde un punto de vista científico. La dopamina se genera cada vez que el cerebro experimenta algo placentero, independientemente de si es un estímulo saludable o no. Así, tanto actividades que se consideran beneficiosas, como practicar ejercicio, como aquellas potencialmente dañinas, como el consumo excesivo de alcohol o de comida chatarra, pueden inducir la producción de dopamina en el cerebro. En otras palabras, la dopamina no distingue entre lo que es "real" o "falso"; simplemente responde a lo que el cerebro percibe como agradable.

La idea detrás de esta clasificación es crear conciencia sobre cómo podemos “educar” a nuestro cerebro para asociar la dopamina con actividades que, además de generar placer, tengan beneficios duraderos para la salud. Este enfoque sugiere que, al elegir conscientemente prácticas saludables, como salir a caminar o dormir adecuadamente, es posible promover una experiencia de satisfacción sin depender de actividades que pueden tener un impacto negativo en el bienestar.

La clave está en construir hábitos saludables que nuestro cerebro asocie con sensaciones placenteras, evitando el riesgo de caer en conductas que, aunque placenteras, podrían ser perjudiciales a largo plazo. Así, la dopamina puede convertirse en una poderosa aliada para una vida equilibrada y saludable.